El plan del alma 

Antes de reencarnar el alma, desde otro plano, traza las líneas maestras de lo que será nuestra próxima vida: aprendizajes, si nos casaremos, tendremos o no hijos, cuándo naceremos y dónde y en qué condiciones, cuándo moriremos, el estado de nuestra economía…

Así que si en nuestra vida presente nos quejamos de que nuestra economía no nos gusta cómo va, recuerda que tú decidiste cómo iría antes de encarnarte en función de tus vidas pasadas y de tus aprendizajes pendientes y lo mismo si no encuentras pareja, no logras concebir hijos, etc. 

Esto es a lo que se llama en la kabbalah situaciones por destino, pero ese destino lo elegiste tú con el conocimiento objetivo que le da a tu alma el estar fuera de la materia, tener presente todas tus vidas pasadas, sus bloqueos y patrones tóxicos por resolver y los aprendizajes derivados de ellos y también aquellos otros que quieres implementar. De modo que si te estás quejando de ello, porque no te gusta lo que estás viviendo, a quien deberías pedirle responsabilidades es a tu propia alma y no ir diciendo que es muy injusto o que tienes muy mala suerte, porque el alma, ayudada por los ángeles, trazó un plan completamente justo para esta encarnación que ahora estás viviendo, sólo que tú no lo ves porque has olvidado ese plan.

El alma traza un plan maestro y planes alternativos. Entre estos planes está la línea temporal de mi mejor versión y también la línea temporal de versiones no tan buenas. Y también tendremos atajos entre versiones, es decir, formas de retomar el camino principal si nos hemos apartado mucho del plan principal.

¿Por qué y cuándo olvidamos nuestro plan de alma?

Si recordáramos todo lo que nuestra alma ha previsto, en primer lugar, nuestra vida sería muy aburrida, porque ya sabríamos qué es lo que va a pasar a continuación; en segundo lugar, saber lo que va a pasar condicionaría nuestro aprendizaje y podría comprometerlo, porque quizá querríamos eludir una situación desagradable que está por venir. Y esto lo olvidamos fundamentalmente en el momento del nacimiento.

Se dice que al nacer el Ángel del Olvido pone su dedo sellando nuestros labios y que la marca de separación de estos en nuestro labio superior es su huella. Y la cuestión es que si entonces no lo hemos olvidado por completo, en la activación de los sucesivos programas tóxicos durante nuestros siete primeros años de vida tendrá lugar el olvidar lo que no se hubiera olvidado antes. De este modo, transcurrida la primera infancia no recordamos ya absolutamente nada de lo que nos habíamos programado y en el caso de que recordemos algo, será de forma muy vaga.

Pactamos con las distintas almas que van a intervenir en cada uno de nuestros procesos y aprendizajes. El pacto con personas (almas) en el caso de las que ya están encarnadas cuando estamos trazando nuestro plan de alma es posible porque el alma vive en la eternidad por lo que no depende de tiempo ni espacio, ya que para el alma no existe pasado, presente ni futuro, ya que el alma no es lineal y para el alma todo sucede simultáneamente y es circular.