Reflexión sobre el proceso de morir, un proceso natural al que se le tiene miedo, pero al que todos estamos abocados
La mayoría de los seres humanos le tienen miedo a la muerte que es, sin embargo, un proceso natural al que todos estamos abocados. Superar el miedo a la muerte es la primera de las pruebas iniciáticas que todo ser humano debe atravesar como han mostrado María Selene Camuñas y Jaime Villarrubia en su libro «El midrash de las letras hebreas. Las letras hebreas y sus pruebas iniciáticas». Si esta prueba iniciática no se supera, no se puede seguir avanzando a un mayor nivel de consciencia y progreso espiritual, tal que es nos atascaremos completamente y no lograríamos seguir avanzando, así de importante es superarla. Esta prueba corresponde a la letra Tav, la última de las letras hebreas. Y después de ella aún quedan otras 21 pruebas iniciáticas más, una por cada una de las 22 letras del alfabeto hebreo.
Cada día de nuestra vida mientras dormimos nos preparamos para el proceso de morir, aunque evidentemente no lo recordamos, pero ese ensayo diario de la muerte sí debería prepararnos para ella. El problema es que muchos seres humanos han crecido con los conceptos de cielo, purgatorio e infierno como premio o castigo a sus buenas o malas acciones realizadas durante su vida y como resultado tienen pánico a ser castigados, pues la mayoría se juzga a sí mismo como no merecedor del premio y acreedor del castigo de los hechos aquí y ahora realizados en un luego y después en un lugar físico que se supone que son cielo, purgatorio e infierno con llamas, azufre y demás si uno es condenado a penar ¡por toda la eternidad! ¡Ahí es nada!
Pero estos conceptos poco tienen que ver con lugares físicos y con algo que sucede luego y después, sino con estados del alma durante nuestra vida, ya que como dijo Juan Pablo II: «El infierno es el estado del hombre alejado de Dios», así que es aquí y ahora, durante nuestra vida, cuando experimentamos el éxtasis del cielo o los tormentos del infierno. Quien ha pasado por el infierno en esta vida sabe de qué hablo. Hemos de entender que posponer para luego y después un supuesto premio o castigo es divisivo, porque estamos aquí y ahora y el premio o castigo llega luego y después, pero el término griego para dividir es «diabolein», de la misma raíz que diablo, luego este hecho de un premio o castigo postergado es diabólico. El resultado de todo esto es que una inmensa mayoría de las personas tiene miedo a la muerte.
La cuestión fundamental es entonces el miedo, generalmente por miedo al castigo, y cuando morimos realizamos un tránsito entre esta vida y la otra de 72 horas, durante el cual se nos presentan todos los miedos que no hemos afrontado durante nuestra vida y todos los deseos a los que no hemos dado cumplimiento y ambos, miedos y deseos, nos pueden distraer fácilmente y evitar que regresemos a la Luz de donde provenimos.
Una forma de prepararse para la muerte durante la vida es, por tanto, el remedio más eficaz para un buen tránsito a la Luz. Por ello, durante nuestra vida debemos confrontar cualquier miedo que se nos presente, ya que el miedo sólo es una cortina de humo que se disipa cuando la miras a los ojos y todos los miedos son expresión del miedo a expresar toda la gloria de nuestra Luz como hijos de Dios que somos, ya que no le tenemos miedo a ser mediocres o a nuestra oscuridad, sino a la Luz que somos.
También debemos resolver el tema de los deseos y dar cumplimiento a cuantos deseos tengamos, ya que todos ellos son expresión del deseo supremo de unidad con nosotros mismos y con el Creador. Miedos y deseos tienen una característica en común: una vez confrontado el miedo y dado cumplimiento al deseo no vuelve a presentarse más, aparecerá otro, pero no ese mismo que habíamos resuelto.
Ahora bien, no todas las personas han logrado prepararse para el regreso a la Luz y llevan un buen lastre de miedos y deseos a cuestas cuando mueren. ¿Cómo pueden, entonces, resolver satisfactoriamente ese tránsito? Siguiendo la luz que nos guía durante él. Durante el tránsito nos acompañan los Elohim, los Ángeles del regreso al hogar, cuyo jefe es Hofniel, a quien, por supuesto, se le puede pedir ayuda. Estos Ángeles emiten una luz que nos sirve de guía en nuestro regreso a la Luz. El consejo que deberíamos darle entonces a un moribundo es «Sigue la luz y no te distraigas con nada de lo que veas. Un Ángel te estará guiando. Sigue la luz y no tengas miedo. Después sólo te espera el amor del Eterno que no te va a juzgar, porque es un Padre bueno».
La mayoría de las personas sigue creyendo que Dios nos juzgará por nuestras acciones, lo cual es falso. Tras regresar a la Luz descansamos y luego nosotros mismos nos evaluamos a la luz de toda la información sobre nuestro plan del alma para la vida que hemos vivido, también de nuestras vidas anteriores y los aprendizajes que nos habíamos propuesto. Si hemos realizado todos nuestros aprendizajes previstos en nuestro plan de alma, ya no volveremos a encarnar, pero si por el contrario nos han quedado aprendizajes pendientes, veremos por nosotros mismos que necesitamos volver a reencarnar hasta haber logrado realizarlos. No temas, por tanto, a ningún castigo divino, porque no lo hay, es sólo una creencia de la que se aprovechan algunas religiones para someterte a través del miedo, eso que precisamente te puede impedir regresar a la Luz tras tu muerte.