El Síndrome de decepción progresiva

«Miré yo luego todas las obras que habían hecho mis manos, y el trabajo que tomé para hacerlas; y he aquí, todo era vanidad y aflicción de espíritu, y sin provecho debajo del sol.»
– Eclesiastés 2:11 –

El término «síndrome de decepción progresiva» refleja una experiencia humana común: la erosión gradual de las expectativas y la eventual desilusión. Este fenómeno suele manifestarse en diversos ámbitos (las relaciones personales, el desempeño profesional, las adquisiciones materiales…). La sabiduría cabalística nos enseña a entender esta llamada de atención del alma de la persona que, en su proceso de refinamiento y rectificación, enfrenta esta situación, causa de sufrimiento si no se entiende qué es y qué la produce. En este artículo, nos adentramos en su explicación desde la perspectiva material, la interpersonal y la intrapersonal.

Valor Otorgado a lo Material

Este fenómeno se intensifica cuando se asigna un valor excesivo a lo material, ya que las expectativas en torno a este tipo de bienes y logros suelen ser volátiles y, a menudo, insatisfactorias. Es por esta razón que, en la espiritualidad, en ocasiones se interpreta lo material como algo negativo. Esto es un tremendo error, ya que la materia es energía y cumple una importante función en nuestro plano. El problema surge cuando se idolatra lo material, cuando se convierte en el elemento clave de la felicidad de la persona o en aquello a lo que le da mayor importancia. Es entonces cuando se cae en la trampa del materialismo.

En las sociedades actuales, se otorga un gran valor a los logros materiales y se vincula con el éxito y el estatus social. En algunos ámbitos, se valora a la gente por lo que tiene, no por lo que es. A nivel social, se tiende a las comparaciones de lo que uno tiene con lo que tienen los demás, en lugar de con las propias necesidades.

Los logros y la adquisición desequilibrada de bienes materiales suelen proporcionar una satisfacción momentánea que, a posteriori, resulta en un vacío mayor. La causa es que ese vacío no es material, sino el fruto de una carencia de otro ámbito (emocional seguramente); por tanto, no se puede completar con la energía de la materia que vibra en otra dimensión. Ni todo el dinero y cosas del mundo van a llenar esa carencia manifiesta, ni serán respuesta a sus necesidades. Por el contrario, se agrandará más ese vacío, porque la necesidad de la persona no está siendo subsanada.

La sabiduría tradicional cabalística da, por tanto, respuesta a la eterna pregunta de si la plenitud material otorga la felicidad. Si cuando uno tiene una supuesta necesidad de algo, no encuentra respuesta ante la cuestión «¿para qué?», puede estar cayendo en esta trampa del materialismo o idolatría de lo material. Analizado desde la perspectiva del Árbol de la Vida personal, esta desafección está claramente representada por la klipá de Maljut, que es como una corteza o velo que impide que la virtud y la sana energía de lo material sean percibidas y aprovechadas.

Dimensión Interpersonal

La desilusión en las relaciones personales y todo lo relacionado con nuestro yo social, en la Cábala está representada por Yesod, la sefirah que conecta lo superior con el mundo material y las bases de las interacciones con nuestros semejantes. Hace referencia a nuestra capacidad de comunicarnos, establecer lazos de confianza y valores como la lealtad y la fidelidad.

Es en este plano donde puede aparecer la decepción que se produce en nuestras relaciones con aquellos con los que nos relacionamos, pues pueden suponer un puntual o constante ámbito de desilusión por ruptura de relaciones, pérdida de confianza… Nos encontramos con falta de honestidad, fidelidad, relaciones superficiales, falta de autenticidad, percepción errónea de lo que es el éxito social, envidias, egoísmos, celos… y una enorme infinidad de situaciones que nos llevan a tener una mala impresión o desapego hacia las personas.

Además, cuando uno trabaja en el plano espiritual, tiende erróneamente a pensar que ya no necesita de los demás, se autoaisla y se percibe como autónomo y suficiente en su soledad. Es un error no entender la energía proveniente de Yesod en su dimensión interpersonal. Cada persona es una enseñanza para todos los que le rodean, aunque desconozca que lo hace; por tanto, cada semejante está alumbrando nuestro camino y suponiendo una enseñanza.

Entender este último aspecto supone el aprovechamiento de este ámbito para nuestro propio beneficio y desarrollo personal.

Dimensión Intrapersonal


Ahondando aún más en el autoconocimiento, en la siguiente dimensión del Árbol de la Vida, Tiferet, la sefirah que nos relaciona con nosotros mismos y que supone el zenit del crecimiento en el plano inferior, estando equilibrada, representa la armonía, la verdad interna y la belleza que surge de nuestra esencia. Es el núcleo central del equilibrio emocional y espiritual, donde convergen las energías de la sabiduría, el entendimiento, el amor, la justicia, la humildad y la compasión. Si se desalinea el individuo en esta dimensión intrapersonal, sus expectativas pueden actuar como una capa opaca que tapa su potencial.

Los engaños que aparecen en esta dimensión pueden ser ilusiones que crea la mente de cómo deben ser las cosas a nivel personal, convirtiéndose uno en un farsante hacia sí. Se corre también el riesgo de no ver en uno mismo y culpar a los demás de lo que no somos capaces de ver en nosotros, perdiendo la responsabilidad de los propios actos.

Cuando aparece la desilusión y el desafecto dentro de esta armonía interior, se crea un estado de desequilibrio que hace sentirse incompleto; que tenga tendencia a la frustración; que tenga conflictos personales; que pierda su naturaleza compasiva; incluso que se sabotee a sí mismo. Esta oscuridad que desconecta de la verdad interna que todo individuo posee puede llevar a decisiones que reflejan su visión distorsionada de la realidad, la ausencia de valores o el deterioro de sus cualidades.

¿Cómo se puede atenuar y restaurar esta dimensión tan importante para el individuo?

Hay distintas herramientas efectivas para equilibrar esta trampa de la mente que dan para un estudio en gran profundidad. De hecho, en cada persona, habría que hacer un profundo análisis, para saber las causas. El problema de las terapias es que se basan en patrones de comportamiento, dando lugar a una posible pérdida de perspectiva. Algunos consejos útiles podrían ser:

  • Autoconocimiento: Ser conscientes y autoconocerse; aprender a evaluar todo lo que nos pasa objetivamente, tratando de tomar perspectiva de cada emoción, sentimiento y pensamiento negativo por fuerte y arraigado que esté.
  • Autocompasión: Practicar la autocompasión, al igual que se puede tener con un semejante, pero con uno mismo, dando gracias por cada imperfección pues supone una posibilidad de crecimiento y mejora.
  • Coherencia: Ser coherente, justo, generoso; hacer que las acciones y decisiones reflejen nuestra integridad, a la vez que se tiene un compromiso firme con el aumento del nivel de conciencia para aunarse con el plan general de la Creación. Esto hace que las capas que cubren esta dimensión se diluyan y desaparezcan.

Integración de las Tres Dimensiones

La integración de los tres ámbitos, desde una visión cabalística, es el trabajo de rectificación del alma de la persona. Cada ser tiene un nivel de alma animal conectado con la realidad material; un alma emocional relacionada con todos los sentimientos y relaciones personales; y, por último, la dimensión más profunda del individuo conectada con su nivel de alma más elevado, la intelectual. La integración de los tres niveles supone el aumento del nivel de conciencia en los tres planos de existencia e implica un equilibrio que se manifiesta y se fortalece con el trabajo constante de rectificación y refinamiento.

Conclusión final

Como trabajo personal para integrar un equilibrio que permita la expansión de todo el potencial que uno tiene en los tres ámbitos debería mantener siempre la integridad personal y la coherencia; fortalecer la confianza y las relaciones de manera sana, sabiendo poner límites; y valorar lo que se tiene como un don y, por supuesto, no compararse con los demás.

Quiero terminar esta reflexión haciendo ver que cada experiencia, incluidas las decepciones, son oportunidades para el crecimiento en los ámbitos físico, personal y espiritual. Así, se convierten en un eslabón más en el camino que seguimos para alcanzar nuestro estado de plenitud y felicidad.

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