El hilo invisible de la Neshamá

Recientemente, un amigo me preguntó por el hilo invisible de la Neshamá y si sabía algo sobre el tema. Ese es el objeto de este artículo, ya que parece que es un tema del que poco o nada se ha escrito previamente.

Cuando no estamos encarnados, en un estado de solo alma, está nuestra Neshamá y se encuentra en aquel estado de consciencia que hayamos sido capaces de alcanzar en nuestra última vida. Sabemos que la escalera de elevación tiene 125 peldaños y que cada uno de los 5 niveles de alma (Nefesh, Ruaj, Neshamá, Jaiá y Yehidá) tiene, a su vez, subniveles.

Cuando encarnamos, no toda nuestra alma se encarna. En realidad, solo lo hace una pequeñísima parte, y esto tiene su razón de ser. Si toda nuestra alma encarnara, teniendo en cuenta lo engañosa y dual que es la vida en la materia y la posibilidad de que nuestra alma se pierda en los vericuetos del Mundo de la Acción, correríamos un riesgo tremendo.

 Por ello, existe, digámoslo así, un sistema de seguridad por el que solo una parte muy pequeña del alma encarna, y la mayor parte de ella queda morando junto al Padre Celestial. Ambas partes, no obstante, permanecen unidas y en constante comunicación a través del hilo invisible de la Neshamá. Este hilo ha sido llamado por los tibetanos el cordón de plata, como recoge en su obra Losang Rampa. 

Este hilo nace en el plexo solar (no confundir con el tercer chakra), que está justo donde concluye el esternón, y se extiende hasta la parte mayor del alma que quedó sin encarnar. La comunicación entre ambas partes es constante, y ni se puede aumentar ni disminuir. Simplemente, esa comunicación está garantizada. Es cierto que, si se conoce el nombre secreto de nuestra alma (nombre que jamás debe siquiera ser susurrado, por el peligro que para nuestra alma encerraría el hacerlo), en momentos difíciles podemos llamar a la parte no encarnada y tener con mayor facilidad claridad, certeza o consuelo o quizá dejar de sentir anhelo.

Cada día, cuando dormimos, nuestra alma sale del cuerpo a través del hilo invisible y se reintegrará al cuerpo al volver al estado de vigilia. Empleamos este hilo invisible para hacer viajes astrales o experimentar sueños lúcidos que muy bien ha descrito y definido en sus distintos niveles cabalísticos David Graña Solé en “Memorias de un viajero astral”, si bien no siempre recordamos dichos experimentos. 

Estas experiencias constituyen, entre otras muchas cosas, una preparación para la muerte, que no es sino nuestro paso a otro modo de existencia. También es cierto que, eventualmente, puede ocurrir que la persona sea incapaz de volver el alma al cuerpo porque el deseo de desencarnar es mayor que el de continuar viviendo, pero este hecho solo ocurre de tarde en tarde y raramente.

Este hilo invisible es un cordón energético y el punto desde donde se inserta en nuestro cuerpo permite también que podamos enviar energía a otro u otros seres humanos y dependerá de nuestra intencionalidad y de que practiques correctamente la técnica para ello que la energía enviada nutra o debilite al otro dependiendo de si es alguien a quien queremos ayudar o es alguien de quien necesitamos defendernos. 

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