Competencia, ego y vacío
Aunque el éxito es una constante en las aspiraciones de cualquiera (entre otras razones porque vivimos tiempos en los que se premia la competitividad, incluso a costa del otro), se produce un fenómeno curioso: sentimos cierto placer ante los fracasos ajenos y, al mismo tiempo, desagrado frente a sus logros y victorias. Esa emoción es una satisfacción extraña, un “fuego interior” que se aviva al medir nuestras fortalezas contra las debilidades de los demás.
Según la Cábala, ese fuego es una vasija (kli) siempre deseosa de recibir y que, por más logros que reciba, no se llena. Esto es porque su forma, torcida por el ego, no puede retener la luz.
Este desequilibrio es una falta de ajuste entre la luz (Or) y la vasija (Kli): queremos recibir, pero no sabemos hacerlo de un modo altruista. Cuando el ego ocupa el centro, la vasija se deforma; en lugar de revelar lo divino que late en lo humano, necesita consumir para sentirse viva. Así se perpetúa el ciclo de competencia y desconexión.
Lag BaOmer: memoria y revelación
Para mirar de frente esta tensión, la tradición nos ofrece Lag BaOmer, día 33 de la Cuenta del Ómer. Conmemoramos dos hechos: el fin de una epidemia que arrebató la vida a 24 000 estudiantes de Rabí Akiva y la partida de Rabí Shimón bar Yojai, autor del Zohar. La enfermedad nació de la falta de kavod, respeto mutuo. Aquellos jóvenes dominaban la letra, pero no su pulso interno. Tras la tragedia, Rabí Akiva empezó de nuevo con cinco alumnos; entre ellos, Rabí Shimón, símbolo de la restauración que transforma el rigor en compasión.

El fuego como maestro
Las hogueras de Lag BaOmer nos revelan una lección sencilla: el fuego existe sólo mientras tenga qué quemar. En el plano interior sucede igual: el ego arde si puede consumir. Rav Dov Ber de Mezeritch lo expresó así: “un fuego que necesita tener siempre la razón muestra una vasija rota”. Kli (כלי) es recipiente, y la creación es un gran kli llamado a recibir la Luz sin apropiársela ni deformarla.
Rectificación y relación
El trabajo, tikún, comienza cuando reconocemos ese fuego egocéntrico y decidimos refinarlo. Requiere autoobservación, humildad y el compromiso de anteponer el respeto a la pulsión de dominar. El Zohar como manual de vida se revela en gran medida cuando miramos al otro y lo reconocemos como espejo de nuestra propia alma.
Entonces el fuego deja de destruir y se vuelve luz; lo que hace es elevar el deseo, en vez de apagarlo. Utiliza la energía que nace en la vasija para sostener vínculos que reflejan la luz, en vez de apagarla. Por eso Lag BaOmer es una invitación a revisar nuestros motivos y nuestra manera de relacionarnos.
El tiempo como matriz de la luz
El gran culmen de esta transformación llega al escuchar otro maestro: el tiempo. El tiempo es mucho más que una estructura lineal que avanza; es el tejido sagrado donde el alma se sana. El tiempo ordena, muestra y cura. Sólo cuando el ego se aquieta y la vasija está lista para recibir sin exigir, la luz entra y se integra. Entonces el fuego ya no devora: ilumina. Nos alineamos con el pulso profundo del universo y nos alineamos con el Plan General de la Creación.
Porque todo, dicen los sabios, es simbiosis entre luz y vasija, entre deseo y su corrección. Y el compás lo marca el tiempo. Entenderlo es honrarlo y entrar en armonía; aquel que no lo integra y sigue esclavo del ego, se consume. Por tanto, el fuego que ilumina y no quema se vuelve humildad, la rivalidad se vuelve respeto y la oscuridad, claridad. Ahí es donde el viaje del alma sube a otro nivel.
Os dejo el video del canal Ani Tov que ha servido de fuente a este artículo, espero que lo disfrutéis.