17 días del Omer, tercera semana, tercer día: Tiferet de Tiferet

La armonía en el amor

Baruj Atá A-do-nai, E-lo-he-nu Melej HaOlam asher kideshanu bemitzvotav vetzivanu al Sefirat HaOmer.
Haiom shivá assar iom shehem shené shavuot usheloshá iamim laomer.

Bendito eres, Oh Señor, Di-s nuestro, Rey del Universo, que nos has santificado con tus preceptos y nos ordenaste contar el Ómer.
Hoy son diecisiete días del Omer, que son dos semanas y tres días.

En este día en que reflexionamos sobre la energía subyacente en Tiféret de Tiféret, hacemos un proceso de integración y a la vez trascendencia. Nos preparamos para el vaciamiento del YO, apartándonos de elementos rígidos definidos por nuestro ego e integrando nuestras polaridades internas. Nuestra pretensión, en esta energía, es separarnos de lo mundano, pero estando en lo mundano. Terminar el proceso de crecimiento personal para adentrarnos en el vacío que nos lleva rumbo a Keter. En este proceso nos adherimos a nuestra Raíz Divina (Devekut), buscando una salud completa tanto en mente como en espíritu, aprehendiendo las energías superiores provenientes de la sabiduría y el entendimiento.

Simbólicamente, estamos en el arquetipo de Yacob quien transformó su nombre en Israel, que permutado significa Yashar-El, directo a Dios…, eso es lo que representa Tiféret en el Árbol De La Vida, ese punto donde confluyen todas las demás energías en nuestro avance hacia la Luz, el fin sin fin en el que no puede haber un Yo que llegue a ningún sitio; sino que es un continuo adentrarse en esa apertura hacia lo Infinito. Se alcanza la identidad verdadera superando los condicionantes del entorno.

Esta integración lleva implícita una condición personal de desapego hacia todo aquello que nos frena y limita, manteniendo la armonía en todas aquellas situaciones que enfrentamos. Es necesario entender que hacemos este proceso dentro de la realidad y sin romper con ella, pero trascendiendo a ella, lo que lejos de desesperar conduce a una gran sensación de liberación.

En esta dimensión entendemos la menor relevancia que tiene, en nuestro trascender, el orgullo y el ego, que ya cumplió su función de protegernos, pero que llega a bloquear nuestra conexión con la esencia.

Al desarrollarnos en esta dimensión, empezamos a asimilar que nuestra verdadera Luz tiene un componente Divino y no proviene de los demás. Nos recuerda que la belleza y el equilibrio surgen cuando integramos todas nuestras cualidades, incluso aquellas que pueden parecer opuestas o conflictivas. En ese sentido, Tiféret, como centro del Árbol De La Vida, se muestra como el eje de todas las demás energías.

Avanzando en el sentido de la acción hacia los demás, y entendiendo que la generosidad y amor son cualidades ilimitadas y no una extensión de nuestras necesidades definidas por nuestras perspectivas limitadas, nos lleva a tener una actitud desinteresada, elevándonos por encima de nosotros mismos y colocándonos de manera absolutamente empática cuando estamos con los demás.

Llegados a este punto, nos planteamos lo siguiente:

¿Siento amor por mí mismo?
¿Me entrego a los demás para huir de mí mismo, por mi baja autoestima?
¿Es mi amor fruto de la generosidad, o tiene un componente egoísta? 
¿Qué lugar ocupa la culpa en mi actuar en la vida, tanto conmigo como con los demás?

Ejercicio para el día:

Expresa tu amor como un reflejo de tu armonía interior más allá de tus limitaciones anteriores y exprésalo hacia alguien con quien has sido insensible.

Shalom a todos