10 días del Omer, segunda semana, tercer día, Tiferet de Guevurá

La compasión en la disciplina

Baruj Atá A-do-nai, E-lo-he-nu Melej HaOlam asher kideshanu bemitzvotav vetzivanu al Sefirat HaOmer.
Haiom assará iamim shehem shavúa ejad usheloshá iamim laomer.

Bendito eres Tú, Señor nuestro Dios, Rey del Universo, que nos ha santificado con Sus mandamientos y nos ha ordenado contar el Omer. Hoy es el décimo día, que son una semana y tres días del Omer.

Tiferet, ubicado en el Pilar Central del Árbol De La Vida, representa el Yo interior y auténtico. No se trata de una entidad estática, sino de una estructura que experimenta transformaciones a medida que asciende por este pilar. 

Así como en Yesod encontramos el yo mental, el ego asociado a la mente racional y social, en Tiferet, el Yo se expande más allá, conectándonos con la compasión, la empatía y el amor incondicional. El equilibrio en este plano es crucial para avanzar hacia Kéter, donde la individualidad se disuelve en la Fuente de toda la existencia.

Tiferet, dentro de la dimensión energética de Guevurá nos ofrece la oportunidad de reflejar en nuestra vida cotidiana la esencia del Yo auténtico. Al cultivar la compasión y la disciplina equilibrada, transcendemos las limitaciones del ego y conectamos con nuestra esencia.

En este décimo día de la Cuenta del Omer, profundizamos en la armonía dentro de la la disciplina. La disciplina, fundamental en nuestras relaciones y en todos los aspectos de la vida, no debe ser estricta ni despiadada, debe estar imbuida de compasión y del amor incondicional subyacente en toda la Creación. Gracias a la compasión, se equilibran la fuerza expansiva de Jesed con la restrictiva de Guevurá. Al aplicar este equilibrio en Guevurá, honramos nuestra propia esencia y reconocemos la Luz Divina en los demás. Es un acto de amor puro, desprovisto de juicio y egoísmo.

En este día, nos planteamos: ¿Nuestro autocontrol y el que hacemos a los demás están impregnados de compasión y amor? ¿Lo hacemos desde un amor incondicional, reconociendo la chispa divina en cada ser?. Por otro lado, ¿podemos identificar los patrones del ego que nos impiden conectar con nuestro Yo auténtico? 

Date tiempo para reflexionar sobre cómo puedes convertir la disciplina en un camino de autoconocimiento y crecimiento espiritual; dedica tiempo a la meditación y a la autoobservación; pero, sobre todo, cultiva la compasión hacia ti mismo y hacia los demás.

Como ejercicio para el día, nos comprometemos a ser benevolentes, bondadosos y sensibles con aquellos a quienes hemos podido dañar reprochando, cuestionando o juzgando. En lugar de emitir juicios desde la dureza de la disciplina, abrazamos la posibilidad del perdón, permitiendo que el amor divino guíe nuestras interacciones con los demás.